viernes, 11 de marzo de 2011

Cuaresma para ser penitentes, reconciliarnos, renovarnos y crecer

Es un tiempo para abstenernos y hacer ayuno de aquellas palabras vanas, de nuestros chismes, de los actos ofensivos que perjudiquen a nuestro hermano, de nuestra envidia, de nuestros celos, de nuestra soberbia y nuestro individualismo. Seamos penitentes y ofrezcamos al Señor nuestras iniquidades para que El nos renueve y nos libere de los egoísmos y de los vicios que nos tienen atados y que no nos permiten vivir plenamente en el amor de Dios.
Hagámonos pequeños, humillémonos, pongamos la otra mejilla, tomemos nuestras cruces y carguémoslas con Cristo. Abracemos a nuestro hermano, seamos solidarios con el diferente y caritativos con aquellos hermanos que nos necesitan.
Y cuando estemos en casa abrazados como una familia en El Señor, busquemos a Jesús en la oración, y agradezcámosle la vida nueva que nos va a regalar con su entrega Cruz.

Así Señor, te pedimos que nos regales la gracia de poder vivir éste misterio, siendo agradecidos por haber derramado tu amor sobre nosotros.
                                                                             Catequista. Lopez. Ermindo.José.-


Queridos hermanos y hermanas, mediante el encuentro personal con nuestro Redentor y mediante el ayuno, la limosna y la oración, el camino de conversión hacia la Pascua nos lleva a redescubrir nuestro Bautismo. Renovemos en esta Cuaresma la acogida de la Gracia que Dios nos dio en ese momento, para que ilumine y guíe todas nuestras acciones. Lo que el Sacramento significa y realiza estamos llamados a vivirlo cada día siguiendo a Cristo de modo cada vez más generoso y auténtico. Encomendamos nuestro itinerario a la Virgen María, que engendró al Verbo de Dios en la fe y en la carne, para sumergirnos como ella en la muerte y resurrección de su Hijo Jesús y obtener la vida eterna.
                                Vaticano, 4 de noviembre de 2010. Benedicto XVI

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